Qué bueno que explote cada tanto
la cabeza de un muerto.
Qué bueno que en plena carrera
de impulso sargento
se caiga un caballo
en medio del volcán,
hilito de leche
en el gran pensamiento.
Qué bueno que los niños que mata
el hongo del cráneo
ahora sirvan vino
descalzos de nube,
los cachetes colorados
y el pitito cenital suelto.
¿Quién detona a la muerte pura?
¿Qué ángel siembra estrellas
en los ojos de los muertos?
¿Quién abomba la tumba dura
y vuelve
pólvora las sombras?
¿Qué ángel torna
los ojos
tan claros
como un lago bélico?
Alguien bombea
hasta la sangre
las sombras.
Qué bueno que el Señor cada tanto
se coma el durazno de fuego
y escupa la luna
alrededor del humano.
Para que gire mejor
un golpe seco.
Qué bueno que la vaca
en la violenta primavera de un viento
siga el rumiar de su silencio
arriba de las tumbas,
siga en sus ojos, en su pasta,
mientras las cruces dilatan
para la sacra yerra
de los dioses paganos,
el hierro de su centella.
Cada cementerio es un campo minado
con la belleza del muerto.
Giran sus flores
por el aire
que tocan
en los ojos.
Girasoles de un rayo interno,
corazón solar.
Y ya es un payaso recóndito,
una mecha
de gusanos polvorientos
su esqueleto.
Un último abrazo del árbol
a su cristo aguado
antes de volar
hacia la luz
en pedazos
de fuego,
pasión mineral.
Se arranca al hombre de raíz,
se esparce el polen
de todo lo mirado.
Circos que se templan
los ojos. Templos
de cielo contemplado.
Madura eternidad
como fruto del tiempo.
A la hora del crepúsculo
están rabiosos de belleza los muertos.
Todas las flores están girando
y nos van a dejar como ciegos.
Nadie se salva.
Qué buena es la costumbre
de avivarse
por culpa del entierro.
Pulpa de luz,
el bello cementerio
Qué gran entusiasmo es tomar
la distancia,
elástico horizonte,
y salir al aire al fin,
lleno los pulmones
con cielo de los muertos.
Qué bueno que el centro de la tierra
sea el cementerio, que se vuelva
el camposanto un campo de fuerza
y que salga disparado al Universo
el hombre desde ahí.
Qué bueno que es para los vivos
que explote cada tanto
la cabeza de un muerto.
24 noviembre, 2008
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Bio-bibliografía
Martín Pucheta (Gualeguaychú, 1981) publicó Superjardín (En danza, 2010), río raíz (Singular, 2012), Podría haber sido un haiku (Singular, 2014), río raíz/podría haber sido un haiku (elandamio, 2020), Matota (Palo Santo, 2022; La gota, 2010) y en formato micro Aerolinda (La Gota, 2017).
Ha hecho circular en ediciones artesanales Tocar de oído (2015) y Estudios del Cambio (2017).
Integra las antologías Felicidades también (18 poetas) (2005), fruto de un taller de poetas seleccionados por Diana Bellessi, Última poesía argentina (En danza, 2008), Poemas con famosos (Ananga ranga, 2010), La Plata Spoon River (Libros de la talita dorada, 2014), nº1 Amor y n°4 Plantas de la Colección “Prismática Argentina” (En danza, 2015 y 2017), Antología Federal de Poesía (Región Centro) del CFI (2018), Antología Internacional "Contra molinos de viento-Poesía Fusión 2020" (edición virtual), Jardín -100 poemas sobre flores- (Camalote, 2021), Las cenizas llegaron a mi patio -Una antología por los humedales del Paraná- (Brumara, 2021) y Antología poética Braille y señas (Baldíos en la lengua, 2024).
Participó del 24° Festival Internacional de Poesía, Rosario 2016 y del Festival Poesía Ya! 2023. Coordinó la 6° edición del ENIE realizada en Gchú (2013). Trabaja en escuelas secundarias como profesor de lengua y literatura. Es responsable de la Biblioteca “Oblí Lantéc” del IOM3 (Instituto Oscar Masotta) de Gualeguaychú. Fue cantante de Leda lid entre 2004 y 2016, en paralelo tuvo su proyecto solista Arboreal; en 2022 formó Sauce Thénon, su actual banda de rock. Juega al fútbol desde chico, hoy con los Teachers y el equipo Senior del Club Juventud Unida. Es padre de Ariel y Fausto.
1 comentario:
WOW este es tremendo . un gran poema.
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